Estas son las primeras navidades que paso desde que comencé este blog y me gustaría desearos a todos una feliz Navidad.
El mes de diciembre me trae muchos recuerdos... por ejemplo, es un mes en el que cuando yo era pequeña iba a Carrascosa, mi pueblo, con toda la familia, para celebrar el año nuevo.
Es una época del año en la que siempre hace frío. Carrascosa es un minúsculo pueblo en el centro de España, en el que los inviernos son duros y fríos, a una altitud aproximada de 1250 metros sobre el nivel del mar.
Recuerdo ir siempre con múltiples capas de ropa, un buen abrigo, gorro, botas...y dedicarme a explorar con mis padres, mi hermana y alguno de mis primos todos los parajes interesantes que el pueblo nos ofrece.
En Carrascosa hay varios rincones que no sólo son bonitos o interesantes, sino que además son mágicos. Y en el rincón mágico por excelencia es donde está La Coveta.
La Coveta es una pequeña cueva, un pequeño agujero en la roca, que descansa en las faldas de El Castillo:
El Castillo de la Sotarraña
Ese es el nombre que recibe esta especie de montañita, a la que sólo se puede acceder por un punto porque por los demás hay precipicio.
La primera vez que bajamos a las faldas del Castillo íbamos mi padre, mi hermana María, mi primo Carlos y yo, en busca de la Cueva de la Sotarraña, que también se esconde en este lugar. Aunque nuestro objetivo era la gruta, mi padre conocía las historias que contaban los mayores del pueblo sobre un agujero que empezaba a echar mucha agua de repente...tanta que las ovejas no podían cruzar de un lado a otro de la cuesta cuando el agua comenzaba a salir y tenían que esperar hasta que ésta dejaba de fluir.
Pensábamos que si lo veíamos, sería interesante, pero no le dimos más importancia. Tras dar vueltas y vueltas para encontrar la manera de bajar a las faldas del Castillo y acabar bajando, con las posaderas a rastras, por una cuesta llena de piedras y de gran pendiente, llegamos a la base del Castillo de la Sotarraña.
Una vez ahí tocaba subir una ladera empinada y repleta de piedras pequeñas, grandes y muy grandes, para buscar la Cueva de la Sotarraña, que debía estar escondida en mitad de la cuesta.
Subíamos, bajábamos, andábamos y desandábamos. La ilusión decrecía a medida que pasaba el tiempo y no había rastro de la gruta. Sin embargo acabamos encontrándola.
Puerta de la Cueva de la Sotarraña
Pero, esperad un momento ¿qué es ese ruido tan fuerte que se oye de repente? antes no estaba... nos asomamos a la ladera... ¡está llena de agua!
Empezamos a bajar como podíamos por la cuesta llena de piedras. Mi primo, que es judoca, bajaba a la velocidad del rayo, pero mi padre, mi hermana y yo tardamos algo más en llegar.
Un feroz torrente se precipitaba por la cuesta repleta de piedras. Todo era blanco, todo era espuma y pequeñas cascadas que rugían como solo el agua sabe hacerlo.
Era La Coveta en pleno apogeo:
La cantidad de agua que sale repentinamente de este pequeño agujero es espectacular...
Pero lo más intrigante es que tras unos minutos el agua deja de fluir, se seca, no hay agua. Y lo que te encuentras es un colorido hueco, una mágica ventana al interior de la Tierra:
Nos quedamos anonadados, sorprendidos, maravillados... ahora entendíamos por qué algunos mayores de El Lugar (Carrascosa) contaban que las olas del mar llegaban de vez en cuando hasta este rincón de la Serranía, a cientos de kilómetros de la costa más cercana, para salir por el agujero y después retirarse.
Y tuvimos suerte...tuvimos mucha suerte de encontrarnos con esto la primera vez que bajamos, porque no es sencillo. Sale en momentos excepcionales. Parece que La Coveta nos hubiera estado esperando, cansada de estar en el olvido. Hubo una época, no tan lejana para ella como para nosotros, en la que fue venerada por los celtíberos que establecieron su hogar en lo alto del Castillo. Para ellos esta fuente era sagrada, y no es para menos.
Pasaron años en los que intentamos volver a ver lo que os cuento...unas veces lo conseguíamos, pero la mayoría de las veces La Coveta estaba inmóvil, sin vida...
O eso aparentaba.
Sí estaba viva... ¿que cómo lo sé?
Un día, cansados de dar vueltas por la zona, amarré una cuerda a mi cintura, mi padre cogió el cabo suelto y me metí por ese estrecho túnel rocoso, asustada a la vez que ansiosa por ver qué escondía La Coveta. Una persona del pueblo (Rafa Calle) ya había entrado una vez a petición de mi padre, que le pidió que mirase en su interior, y hablaba de que no había nada dentro, excepto un lago.
Entré, no sin dificultad debido a lo angosto del pasadizo. Cuando llegué al interior y me pude reincorporar, encendí mi linterna. Todo estaba en silencio, oscuro, inerte. Me invadió una sensación de claustrofobia al darme cuenta de lo difícil que sería salir por donde había entrado. Por ello grité pidiendo a mi hermana que entrara, para no estar yo sola, y esperé quieta junto a la entrada a que ella llegara.
Me armé de valor y comencé a avanzar por el interior de la pequeña bóveda a la que había llegado. No es muy grande, apenas dos metros de altura y unos cuatro o cinco de largo. Al fondo la galería se hundía...bajé a ver qué había.
Al acercarme encontré un pequeño lago de aguas cristalinas, verde azuladas, con una leve aportación en el lateral. Diminutas ondas recorrían la escasa superficie que quedaba a la vista de este sifón.
El sifón de La Coveta
Nos equivocábamos...la Coveta sí estaba viva, pero estaba dormida.
En ese momento me sentí como alguien que perturba algo sagrado, que rompe un equilibrio. No me atrevía a tirar una piedra en ese espejo cristalino ni a tocar el agua con la mano. Era un lugar mágico, secreto y apasionante.
Tenía la impresión de que si perturbaba su plácido descanso, el agua que vi salir por su boca, arremetería contra mí con toda su fuerza.
No... no quería que eso sucediera. Me di la vuelta y me fui, no sin la sensación de haber vivido algo único y privilegiado.
Mi padre había estado llamándome, preocupado porque no le contestaba. Desde el interior y envuelta en ese mundo de tinieblas y misterios, no le escuchaba, hasta que me acerqué a la boca para volver a salir reptando, tal y como había entrado. Estaba impaciente por contarle lo que había visto y sentido en aquel lugar sagrado para los celtíberos.
Fue la primera vez que entré, pero definitivamente no sería la última.
Yo hace unos añitos, saliendo de La Coveta.
Si os ha gustado esta historia no os perdáis el próximo post, en el que os explicaré de una forma más técnica el funcionamiento de esta fuente única en España (por lo que he podido averiguar).
Feliz Navidad.
Tengo que visitar ese lugar, parece espectacular
ResponderEliminar¡Hola! lo es, me alegro de que te haya gustado :).
EliminarLisa, a mí me da un poquito de miedo hay metida. Besitos y que pases estos días muy feliz.
ResponderEliminarJeje, la verdad es que da algo de miedo, sí. Muchos besos Teresa!! igualmente!! a disfrutar de estos días y sacar fotos chulas :)
EliminarMe quedo sin palabras, de verdad. Tanto por tu arrojo, como por el de tu padre, que te permitió entrar así, sin equipar ni nada. Ufffff qué riesgo. Celebro que no haya pasado nada, pero creo que una entrada así en una cueva debe hacerse en grupo, con medidas de seguridad. Lisa, no fastidies, que quiero seguir leyendo tus posts, haz el favor de no arriesgar tanto. Bueno, y en otro orden de cosas, felicidades por las fotos, que ya demostraste en muchas ocasiones que eres muy buena, pero también por el estilo literario. Si lo de los montes no resulta, cosa que dudo, podrías ganarte la vida contando cosas, que lo haces muy bien. Espero ansioso la segunda parte de esta aventura, y espero que aunque técnica sea asequible para este humilde hortelano. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias Xabi!! la verdad es que mi padre le había dicho a Rafa que entrara para ver qué había dentro. Por eso ya había entrado una persona antes que yo. Por tanto no era todo a ciegas, pero aún así es cierto que no son cosas que se deban hacer sin pensarlo bien y sin tomar precauciones. Tienes toda la razón que hay que hacerlo en grupo, el problema de esta cueva es el acceso, tan estrecho. Cuando he escrito la historia se me ha olvidado poner que, una vez dentro, llamé a mi hermana para que entrara y así no estar sola, ya que me daba miedo (tenía unos 15 o 16 años). Tengo que añadirlo al relato.
EliminarMuchas gracias por los halagos, nunca me he dedicado a escribir así que no pensé que escribiera bien pero me alegro de que te guste!!
La segunda parte, aunque sea técnica para explicar un poco lo que sucede en ese lugar, será, por supuesto, asequible para cualquiera :). Otro abrazo!
You are a very brave lady! Beautiful photos and a Merry Christmas to you!
ResponderEliminarThanks Loree!!! Merry Christmas to you, Andrew and Lila!! :)
EliminarTe aseguro que yo no podría entrar ahí, que valiente!
ResponderEliminarSí, si que podrías!
EliminarDios mío, Lisa! menuda aventura!
ResponderEliminar:) Sí, casi ya no me la creo ni yo :) ¡¡¡Pero sucedió de verdad!!!
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